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El desafío de la verdad en la ede las fake news y las teorías de conspiración

Una persona sostiene un megáfono con un cartel que dice "NOS (canal de televisión) = Fake News. © REUTERS/Eva Plevier

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La nueva "guerra de los mundos" en la era de las fake news y las teorías de la conspiración

Por Carlos Escaño (@soligato), Responsable de campañas sobre derechos humanos en España,

Un día como hoy hace 85 años, millones de estadounidenses creyeron en el desembarco alienígena. Cundió el pánico mientras escuchaban una emisión de radio titulada “La Guerra de los Mundos”, que describía la invasión de nuestro planeta por los marcianos. Narrada por el actor y futuro director de cine Orson Welles, la retransmisión de este programa demostró el poder de los medios de información.

85 años después, con unos medios de comunicación de masas mucho más sofisticados, ¿hasta dónde puede llegar este poder de hacer creer lo aparentemente increíble? Más allá del debate sobre las posibilidades de un ataque perpetrado por seres de otro mundo, cabe preguntarse cómo de vulnerables son las sociedades actuales para que una buena parte de la población se crea grandes bulos y fake news que oculten o desvíen la atención de graves violaciones de derechos humanos.

El poder de la desinformación: 85 años después de la guerra de los mundos

Migrantes esperan para desembarcar en el puerto de Arguineguín, en la isla de Gran Canaria, 19 de octubre de 2023. © REUTERS/Borja Suárez

Podemos observar en estos tiempos, por ejemplo, cómo de manera reiterada algunos líderes europeos señalan a las personas migrantes como responsables de los problemas de la población. Lo vemos en la manera de tratar como delincuentes a quienes intentan llegar a Europa huyendo de la guerra, la persecución, las catástrofes naturales o la pobreza en sus países de origen. En la forma de criminalizar a las organizaciones que realizan misiones de salvamento y rescate en el mar, y más recientemente en la manera de sancionar a quienes denuncian o se solidarizan con el sufrimiento de la población civil palestina, o a la hora de llamar “legítima defensa” a dejar sin agua, luz ni alimentos a millones de personas mientras sufren un bombardeo indiscriminado por parte del ejército de Israel.

La batalla del relato y la capacidad de hacer que una parte de la población piense una cosa o la contraria (y a veces hacer que se crea en dos cosas opuestas), es una constante que, en los años 30, fue clave en un contexto del auge del fascismo y del desarrollo de herramientas de propaganda. Por ejemplo, durante la Guerra Civil española, se podía hacer pensar a la población de EEUU, Francia o Reino Unido que las principales potencias internacionales cumplían el compromiso del “Acuerdo de no intervención” a la hora de abstenerse rigurosamente de toda injerencia y cumplir con la prohibición de exportación de armas, municiones y material de guerra, cuando Alemania e Italia tuvieron una clara participación desde el inicio.

Poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, un George Orwell que venía de haber participado en la Guerra Civil española, consciente de los peligros del totalitarismo y de la amenaza a nuestras libertades que suponía el adoctrinamiento y la manipulación de la opinión pública, publicó su famosa obra 1984 en la que escribió: “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”. Acuñó en la novela el término “doblepensar”, que significaba la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, esto es, dos creencias contrarias albergadas en la mente al mismo tiempo.

Si "la historia nunca se repite, pero muchas veces rima", en los últimos años podemos encontrar unos preocupantes paralelismos a los bélicos años 30 y 40. Desde la sociedad civil se ha venido denunciando los “dobles raseros” a la hora de ofrecer protección a las personas desplazadas por la guerra en Ucrania, confirmando que la Unión Europea poseía unos mecanismos y capacidades necesarias para proteger los derechos de las personas refugiadas y garantizar su acogida, si bien no lo había hecho en otras crisis tan relevantes como la de personas refugiadas sirias en 2015, o no lo hace en la actualidad con personas de origen subsahariano.

Fake news y desinformación utilizada contra las personas refugiadas

Una voluntaria de la Cruz Roja cuida a un bebé migrante tras desembarcar en el puerto de Arguineguín, en la isla de Gran Canaria, 19 de octubre de 2023. © REUTERS/Borja Suárez

En un contexto europeo de nuevo auge de la extrema derecha, de sucesión de campañas basadas en bulos y manipulación informativa que se han convertido en parte de lo cotidiano, es más necesario que nunca el ejercicio por parte de la ciudadanía del derecho a la protesta y a la libertad de expresión, aunque pueda implicar expresiones que ofendan, escandalizan o molesten. Y poder cuestionar con libertad el status quo e inspirar el pensamiento crítico que contribuya a un debate democrático informado. El acceso a la información es un bien crucial que debe ser garantizado.

En España nos encontramos con importantes limitaciones, denunciadas de manera reiterada por la sociedad civil y mecanismos de Naciones Unidas, como viene a ser la vigencia de las conocidas como “Leyes Mordaza”, cuya aprobación en 2015 supuso un grave retroceso en materia de derechos y libertades. Estas reformas legislativas de la Ley de Seguridad Ciudadana y del Código Penal se tradujeron en cientos de miles de sanciones, así como procesos y condenas penales por ejercer estos derechos, lo que ha conducido a la autocensura y a la desmovilización ciudadana.

Seguimos, además, con enormes facturas con el derecho a la información desde tiempos del franquismo, con una cultura de la impunidad perpetuada por una Ley de Secretos Oficiales de 1968 que sigue aún vigente, manteniendo en la oscuridad graves violaciones de derechos humanos que se cometieron durante la Guerra Civil y la dictadura.

A lo largo de la historia, las protestas han sido la fuerza motriz de algunos de los movimientos sociales más poderosos. Han sacado a la luz injusticias y abusos, han exigido rendición de cuentas y han inspirado a las personas para que sigan esperando un futuro mejor. Lamentablemente, muchos gobiernos encuentran constantemente nuevas formas de reprimir las protestas y silenciar las voces críticas.

Recientemente, varios países europeos están restringiendo de forma ilegítima el derecho a la protesta en favor de los derechos humanos de la población palestina, desde sanciones por el mero hecho de portar banderas o la camiseta de la selección palestina, hasta someter a manifestantes a la brutalidad policial y la detención, o incluso prohibiendo totalmente las protestas.

Libertad de expresión y manipulación informativa

La policía francesa evacúa a unos manifestantes durante una manifestación no autorizada en apoyo a la población palestina. © REUTERS/Pascal Rossignol

La nueva guerra de los mundos se cuece hoy a base de bulos intencionados, manipulación informativa y silenciando las voces que disienten. Europa se encierra en sí misma levantando muros y recortando los espacios de participación de la sociedad civil, invisibilizando y criminalizando la protesta pacífica, e incluso sometiendo a sanciones y condenas a quienes ejercen la libertad de expresión mediante el arte o el humor para cuestionar al poder y señalar sus vergüenzas.

Vivimos unos preocupantes años marcados por el auge de los conflictos armados, del racismo institucional y la retórica antiderechos. Frente a ello, no nos queda otra que perseverar en la lucha por el acceso a la información veraz, la defensa de la libertad de expresión y la protección de la protesta. No queda otra que persistir en la denuncia de la graves violaciones de derechos humanos y en garantizar que dichas denuncias, canalizadas a través de la movilización social, se puedan hacer con libertad. Hay mucho en juego, y nos toca a todos y todas implicarnos en ello.

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