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Testimonios desde el infierno: Civiles de Mosul atrapados entre dos fuegos

Por Razaw Salihy, investigadora sobre Irak en Amnistía Internacional,

La población civil atrapada entre dos fuegos está pagando un precio muy alto, mientras las fuerzas iraquíes, con la ayuda de ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos, continúan su avance hacia el oeste en la ciudad de Mosul, en un intento de expulsar al grupo armado autodenominado Estado Islámico de los barrios situados al oeste del río Tigris. La operación militar para recuperar la ciudad, que comenzó el 17 de octubre de 2016, ha dejado ya cientos de civiles muertos y más de 300.000 desplazados.





“Mientras corríamos vi dos cuerpos, uno a cada lado del camino. Los dos eran ancianos con sus dishdasha [prenda árabe tradicional] y chaquetas. Al que estaba más cerca le habían disparado en el pecho. Era evidente que por su edad no habían podido correr tan rápido y los daeshi [término coloquial árabe para designar a los miembros del Estado Islámico] les habían disparado. La gente no puede quedarse a hacerse cargo de los cuerpos cuando las balas vuelan por todas partes. Vi a otra mujer alcanzada por un francotirador, y sus hijos siguieron corriendo. Los he visto más tarde en el campo. Hablaban de su madre con un miembro de las fuerzas de seguridad y el hombre les dijo ‘Olvídenlo. Su madre está muerta’”.


Misión de Amnistía Internacional a Mosul. © Amnistía Internacional



“Lo envolvió en una manta y lo dejó al borde del camino. Pude oír sus alaridos por su bebé mientras corría”.
Una anciana de Hay al Amel, en Mosul oeste, dijo que había visto a una madre joven abandonar el cuerpo de su niño, que al parecer había muerto de frío mientras huían del barrio:

Lo envolvió en una manta y lo dejó al borde del camino. Pude oír sus alaridos por su bebé mientras corría.
Razaw Salihy, Amnistía Internacional


“Cuando el [dron] sobrevolaba una casa, esa casa era blanco de un ataque aéreo entre 15 minutos y una hora más tarde. Ellos [los combatientes del Estado Islámico] se mueven de pared a pared, disparan desde los tejados y en los patios de viviendas civiles. Nos obligaron a desencajar las puertas de la casa para poder entrar a su capricho, y nos hicieron abrir boquetes en nuestras paredes dentro de la casa para que se comunicara con la casa del vecino. Si intentábamos salir de la casa, nos golpeaban. Están armados, entonces ¿qué puede hacer la gente? ¿No lo saben los que ordenan el ataque aéreo?”,



“No había combatientes del Daesh en ningún lugar cerca de la casa. Cuando llegué no había más que sangre, escombros y partes de cuerpos. Vi la cabeza de la mujer decapitada. Reunimos las partes de los cuerpos en bolsas de plástico y las enterramos cerca de allí. Pensé para mí que ahora podríamos ser nosotros cualquier día, de modo que teníamos que marcharnos”.

No había combatientes del Daesh en ningún lugar cerca de la casa. Cuando llegué no había más que sangre, escombros y partes de cuerpos. Vi la cabeza de la mujer decapitada. Reunimos las partes de los cuerpos en bolsas de plástico y las enterramos cerca de allí. Pensé para mí que ahora podríamos ser nosotros cualquier día, de modo que teníamos que marcharnos.

Khattab, padre de cinco hijos
“Comíamos concentrado de tomate envasado con el pan que podía hacer con trigo triturado. El menor de mis hijos lloraba pidiendo leche, pero ¿dónde iba a encontrarla? No tengo dinero, y aunque lo tuviera, ellos [los combatientes del Estado Islámico] están al final de cada calle. Si alguien intenta salir del barrio, lo mandan de vuelta, cuando no lo golpean. No distinguen entre hombres y mujeres”.


Un padre y su hijo, supervivientes de una ataque aéreo en Mosul. © © Andrea DiCenzo/Amnesty International

No detenían los camiones y la gente tenía que ir detrás de ellos para hacerse con el pan que arrojaban. Vi que un anciano corría hacia ellos y le arrojaron el pan a la cara. Nos filmaban. Ojalá nos hubiera alcanzado un mortero y hubiéramos quedado sepultados bajo nuestra casa en vez de vernos en esta degradación
Razaw Salihy, Amnistía Internacional
No detenían los camiones y la gente tenía que ir detrás de ellos para hacerse con el pan que arrojaban. Vi que un anciano corría hacia ellos y le arrojaron el pan a la cara. Nos filmaban. Ojalá nos hubiera alcanzado un mortero y hubiéramos quedado sepultados bajo nuestra casa en vez de vernos en esta degradación”.

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